lunes, 4 de agosto de 2014

Cap 0

Como siempre, los diálogos los manejo por: "[kuak]" y los pensamientos por: "-kuak-" como ejemplo. Si tienen alguna duda pueden comentarlo sin pena, todas las responderé.
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Mi pasado, uno de mis miles caprichos

La historia que les contaré, no, mi historia no. Eso sería apoderarme de algo que no me pertenece. Seré franca: esta historia es un resumen, un ligero resumen de la gota que genero la lluvia, te invito a que la escuches, no te obligo. Eres libre de elegir.

El silencio dominada, pero grandes deidades estaban rodeandole.
[Dime, ¿por qué estas aquí?]
Dijo una voz, una fuerte voz. Sientas de sombras observaban el cuarto, el piso de madera impecable y una persona en el centro: una diosa.
[Bueno, a estas alturas no deben saberlo ¿ya?... ¿Y se hacen llamar "Dioses"?]
[¡Calla bastarda! No estas en posición de hablar.]
Exclamó otra voz, una voz más fuerte.
[Bueno ustedes preguntaron.]
La Diosa estaba sentada en el suelo, la penumbra rodeaba su entorno, solo voces y algunos susurros eran perceptibles, casi nulos. Las manos estaban encadenadas, una túnica color carbón le cubría el cuerpo, la cabeza y la sombra, producto de la misma, le cubría el rostro como un velo. 
[Bien, confiesa tus pecados, niña estúpida, porque Adulta no puedes llamarte]
La primera voz habló, esta vez, con fuerza.
[Para empezar... Puedo comenzar con la vida tomada de mi prometido: un mortal, condené a toda una nación  a una guerra, engañé a un Dios por mi causa. Esta última no creo que sea un pecado pero creo que es necesario destacar.]
[Basta, he escuchado demasiado.]
Interrumpió sin gentileza.
[Pero, sino es gran cosa señor. Ustedes me ha forzado a hacerlo]
La chica se curvó hacía atrás y su cara miraba el cielo... ¿cielo?. Tenía una triunfal mirada en rostro. Su pelo era brilloso y castaño.
[No me interesa, ningún Dios o Diosa ha cometido tantos pecados, ¡es más, ningún Dios cometería pecados! ¿a qué se debe esto señora?]
Preguntó otra persona, igual que antes desde las sientas sombras.
[¿Cómo explicarlo?... Si se debe a un sentimiento, yo diría que, el amor.]
[¡¿Amor?! ¡Nos estas tomando el pelo maldita!]
Gritó alguien.
[Buen chiste, amor. Ja, ¿amor al pecado?]
Se burló otro. Pero ella no respondió, solo curvó sus labios, sus definidos labios color cerezo brillaron en una mueca.
[Entonces, ¿a qué estoy condenada?]
Se sentó correctamente, la madera rechinó. Pero los susurros iban tomando lugar. Una palabra seguía tras otra, y las ideas afloraban como rosas en un jardín en plena primavera. En aquellas bocas bailaban las palabras, algunas coherentes y otras sacadas de un tragedia de los romanos.
[¿Un descanso en el infierno? Ya me he paseado más de mil veces ¿Meditar miles de años? No me vengas con cosas tan simples.]
[Tienes razón, eso es demasiado banal.]
El silencio se apoderó de golpe, el suspenso era tan pesado pero intocable. 
¿Cuál era la salida? Me pregunto yo, pero si me dejo decir un comentario es que ella poseía la paciencia de miles, millones de eras, era demasiada.
[Creo que no hay dimensión la cual pueda contenerte. Será mejor-]
En un atajada de palabras fue interrumpido de golpe.
[Ni siquiera usted puede contenerme. ¿Qué hará Señor?]
La sonrisa de victoria apareció, pero los la furia del juez también. Ella era tajante pero hasta eso, con elegancia.
Se acercó con delicadeza, sin hacer chillar el suelo. Y con su mano derecha golpeó con fuerza la cara de la chica, la cual se limitó a gemir y dejar correr un hilo de sangre de su nariz.
[¡Ten más respeto!]
Exclamó el hombre, con gran barba blanca, la mujer tenía la mirada baja, no quería recibir otro pero fue inevitable.
[Pero si ustedes no me lo han dado, ¿es justo que se los de?
La respuesta fue la más obvia.
[Te crearemos una, una de la cual no puedas salir. Una con tanta fuerza que nunca verás el paraíso de nuevo.] 
La habitación se quedo estática, las figuras encapuchadas se levantaron y desaparecieron en instantes.
[Interesante.]
Susurró entre dientes aquella pecadora, un hombre levantó una pequeña esfera que parecía una canica, se poso frente a ella y la pequeña figura comenzó a crecer, de colores rojos y naranjas estaba tomando tamaño, tanto que se apoderó del espacio. 
[Creo que te tienes que ir.]
Dijo el hombre, con músculos perfectos y una espesa barba gris, estaba detrás de ella.
[¿Qué quieres?]
Preguntó la joven.
[Como señor del panteón, me apetece presenciar tu destierro.]
[Oh, es un placer que la persona a la que hice humillar frente la sociedad de las gaitas asista a mi confinamiento eterno.]
[Cierra la boca y entra.]
Ordenó el hombre.
[Me sorprende que los Dioses puedan crear algo para mi, de tal magnitud en tan poco tiempo. Que considerados.]
La chica sonrió temerosa, pero no fue un sermón lo que recibió a cambio, tampoco otra sonrisa, sino un golpe con un maso de tamaño enorme, dejándola a la orilla para merced de la infinidad.
[Cierra la boca te y entra he dicho.]
La mujer se levantó, le permitieron quitarse las cadenas y estas cayeron al suelo haciéndose humo antes de tocar el suelo.
[Esta bien.]
La joven mandó a volar la túnica tal cual como las cadenas se esfumó, el pelo café hasta los hombros flotaba, sus peculiares ojos color carmín dibujaban soledad. Y su piel parecía de porcelana, capaz de aguantar fuerte calor, pero frágil como el cristal.
[Regresaré... Y cuando lo haga, ni la reina de los fantasmas habrá hecho tanto daño como yo, se los aseguro.]
En ese instante levanto el pie y entro a la esfera de color infernal y un segundo después, la esfera era pequeña y de color azul. Una canica envuelta en un cubo de cristal.
[Ahora estoy en mis aposentos.]
Dijo ella.
[Estoy en mi segundo infierno.]
¿Triunfal? ¿Decepcionada? ¿Nerviosa? No. Yo diría que: Intrigada.